La “herencia recibida” incluye una serie de funcionarios que el gobierno anterior pretendió dejar instalados en la administración siguiente. De haber resultado electo Daniel Scioli, seguramente continuarían en sus puestos, pero Mauricio Macri buscó prestamente desembarazarse de los mismos. Lo consiguió con casi todos, aun con aquellos que prometieron resistir, como Alejandro Vanoli en el Banco Central, cuya situación judicial por la venta de dólares a futuro no le dio mucho margen y optó por renunciar, más allá de la estabilidad con la que contaba. Pasó lo mismo con Ricardo Echegaray, el ex titular de la AFIP elegido por Cristina Kirchner para estar al frente de la AGN, eyectado cuando surgió el primer procesamiento en su contra.
Pese a tener mandato hasta enero de 2018, José Sbatella, presidente de la Unidad de Información Financiera, se fue sin pelear. No así Martín Sabbatella, el más obediente kirchnerista que buscó darle a su salida inexorable de la AFSCA una pátina de épica, aunque su resistencia fue más bien endeble y se agotó ante una resolución judicial.
Mauricio Macri consideraba esas salidas gestos de autoridad que necesitaba dar al principio de su mandato.
Distinto fue con la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, cuyo desplazamiento sólo es posible por la vía legislativa que impone la necesidad de dos tercios que esta administración no tendrá al menos durante lo que dure este mandato de Mauricio Macri. La procuradora cuenta con una ley, la 24.946 -sancionada por el kirchnerismo- que en su artículo 18º es bien clara respecto de las acotadas posibilidades de desplazarla, y que le brinda una estabilidad hasta los 75 años de edad. Esto es, Gils Carbó podría estar tranquilamente en su cargo hasta el año 2033.
Desembarazarse de ella es para el presidente Macri una obsesión, y así lo transmite desde hace tiempo en privado. Considera que es clave para el cambio que espera se dé en el seno de la Justicia poder designar a otro procurador. El tema es cómo. Al día siguiente de asumir, cuando el Presidente recibió a los candidatos presidenciales con los que había competido, Margarita Stolbizer le recomendó ser “muy cuidadosos con no romper la institucionalidad para hacer algo por decreto que no corresponde, porque Gils Carbó no fue designada en representación del Ejecutivo”. Lo repitió los últimos días, cuando volvió a circular la posibilidad de echarla por decreto, ni bien resulte procesada, lo cual podría darse en el marco del avance de una causa que la tiene en la mira por la compra de un inmueble. Pero una voz con más peso para Macri es la de Elisa Carrió, que también se pronunció en ese sentido, y ya una vez abortó una laboriosa ingeniería que se había armado con parte de la oposición para acotar y desplazar finalmente a la procuradora.
El contragolpe de Gils Carbó se dio esta semana en el marco de un raid en algunos medios en los que intentó victimizarse, se comparó con su par venezolana e intentó parangonar a Mauricio Macri con Nicolás Maduro, que en el país caribeño quiere echar a Luisa Ortega. Curiosidades de esta reconversión del kirchnerismo según las directivas emanadas desde la propia Cristina Kirchner.
Imbuida en el duranbarbismo que parece haber alcanzado en esta campaña a los principales candidatos, la ex presidenta busca mostrarse “abuenada” y ha cambiado sustancialmente su estilo. Asesorada por el también ecuatoriano Vinicio Alvarado, consultor que le recomendó -y financia, dicen- el ex presidente Rafael Correa, Cristina ha moderado su verborragia tuitera, se muestra poco en público y siempre cercana a la gente, con vestuario muy discreto y un discurso que circunscribe estrictamente a las necesidades de “los perjudicados del modelo que impone este gobierno de los ricos”. Ese es el esquema básico de la campaña cristinista, que implica en sí mismo la autocrítica que muchos de los propios le reclamaban a la ex presidenta. Mostrarse distinta es su autocrítica, que incluye haber puesto en las listas a personajes mayormente desconocidos.
A sabiendas de que una movilización como la que querían organizar sindicatos y organizaciones cercanos al kirchnerismo para el 7 de agosto sería tóxica para su campaña a una semana de las PASO, ordenó desactivarla. En ese mismo sentido debe leerse la insólita decisión cegetista de realizar una movilización de repudio por “la represión” en Pepsico recién el 22 de agosto. Pesó también la opinión de algunos gremios que prefieren no confrontar con el gobierno -hubo otros que, distantes del kirchnerismo, presionaron intensamente hasta con un paro, con discusiones muy subidas de tono-, pero esta vez la CTA de Hugo Yasky no reclamó medidas. El dirigente de los docentes es 6º candidato a diputado en la lista de Cristina.
Amén de que en el gobierno no vieron con malos ojos el desalojo de la planta de Pepsico -que calificaron incluso como “exitoso”-, reconocen que flaco favor le hacen al oficialismo situaciones como esas porque muestran el peor costado que puede exhibir esta gestión, que es el desempleo. Con todo, un funcionario aclaró a este medio que ante circunstancias como la que estaban planteadas no quedaba otra alternativa más que la de actuar así, pues “las empresas no vendrán a la Argentina si no pueden disponer las medidas que crean convenientes, aunque nos disgusten, y puedan perder el control de sus bienes”. No lo dirán en público, pero el gobierno terminó la semana con cierto fastidio por el fallo de la Cámara Nacional del Trabajo que ordenó reincorporar a una decena de despedidos, al que tildaron como “político”. Obviamente no es definitivo.
Para cuando pasen las elecciones se esperan medidas dirigidas al empleo. Más allá de las quejas que ya ha exteriorizado el Presidente respecto de la Justicia laboral, quiere modificaciones en las relaciones del trabajo, que tendrá que negociar con la oposición y los sindicatos, pero también prevé implementar un gran blanqueo de empleados en negro. Aspira a lograr allí un efecto como el que tuvo el blanqueo de capitales que hizo votar el año pasado y cerró en marzo, con gran éxito. Para ese fin necesita ganar las elecciones, pero si así no sucede irá por ese mismo camino, aunque será más dificultoso.
Lo mismo con la reforma impositiva que abordará de lleno pasadas las elecciones y a la que se refirió el Presidente en Córdoba cuando cual mero cronista de la realidad dijo que “nos están matando los impuestos”. Trascartón, se trenzó en un contrapunto con el gobernador Juan Schiaretti por el impuesto a ingresos brutos que cobran las provincias y el cordobés no se quedó callado. El mandatario mediterráneo -con el que Macri se lleva muy bien- estaba fastidiado porque consideraba que el Presidente lo estaba haciendo participar involuntariamente de un acto de campaña, al sentar en esa misma mesa a Héctor “Coneja” Baldassi, el ex árbitro que encabeza la lista de candidatos de Cambiemos en esa provincia. Pasa que otra de las obsesiones de Macri es ganar en Córdoba, la provincia que lo hizo presidente y donde tiene la mejor imagen.
Para ganar las elecciones, el oficialismo ha recibido instrucciones de no hablar de Cristina, pero ello no impide refrescar permanentemente la corrupción K, y en ese sentido le es funcional la situación de Julio De Vido que seguirán meneando en el Congreso esta semana. Prueba de lo que la afecta es que la ex presidenta no haga ninguna mención del tema.
La economía no arranca como el gobierno quisiera, pero sin dudas una buena noticia fue el dato de la inflación de junio. Aunque en julio será más alta, por el efecto de las vacaciones, el aumento de los combustibles y las variaciones del dólar. El repunte de los precios mayoristas ya anticipó ese respingo. El gobierno confía en que el consumo mejorará en esta segunda parte del año y vio con buenos ojos el efecto que tuvo la megaoferta del Banco Provincia en los supermercados, que deseaba fuera vista como la disposición de la gente a consumir si percibe que no hay abusos en los precios. La oposición buscó sacar un rédito inverso: “Ver 8 cuadras de cola en un supermercado es la foto más triste del presente”, dijo Sergio Massa, al que sí le pegarán en la campaña. En el mismo sentido se pronunció el kirchnerismo en su conjunto, deseoso de que esa imagen pudiera parangonarse con lo que se ve en Venezuela, el país que pareciera haber dejado de ser su faro.
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