Respecto de la decisión de ocupar o invadir las Islas Malvinas, está dicho y acreditado documentalmente por distintos testimonios que la motivación estuvo vinculada a las necesidades internas del autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional" de obtener algo de legitimidad para un derrotero político que venía castigado no solo por el fracaso de lo que había sido la gestión económica de Martínez de Hoz, sino que también ya empezaba a ser impugnado por el conocimiento de la dimensión y las características del terrorismo de estado implementado.
De esta manera se había visualizado el tema de Malvinas como forma de recuperar oxígeno político. Dicho esto, que no reporta grandes novedades, lo cierto es que se trató de una de las peores decisiones estratégicas que haya tomado un gobierno argentino a lo largo de la historia.
En primer lugar, porque esa decisión estuvo poblada de malos cálculos. Quizás el único cálculo donde no se equivocaron, fue en el apoyo inicial de la población y de buena parte de la dirigencia política, que estaba proscripta y sin embargo adhirió con muy pocas excepciones a la decisión del gobierno militar.
En cambio, falló en el cálculo de la respuesta del gobierno británico. Pensaron que Margaret Thatcher, que estaba en un proceso de debilidad interno y en problemas porque estaba llevando adelante una política conservadora de enfrentamiento con los sindicatos, fundamentalmente con los mineros, y además de reducción del gasto público que la había llevado a retirar algunas de las guarniciones militares que estaban en las islas, no iba a reaccionar como lo hizo finalmente.
Calcularon a partir de ello que no iba a haber una respuesta armada y ahí tropezaron con su primer gran error porque Thatcher aprovechó el conflicto armado para fortalecerse en su propio país. Y obviamente que lo logró: apelando al orgullo del imperio británico fletó rápidamente una potente armada.
El segundo gran error de cálculo fue el papel de los Estados Unidos, que si bien comenzó con una mediación de buenos oficios en la persona de Alexander Haig, después, cuando no se pudo encontrar un punto de aceptación para ambas partes EE.UU. terminó optando por su socio de la OTAN.
Y el tercer mal cálculo fue la conducción de la batalla, que estuvo pésimamente planteada salvo por algunas acciones destacadas de algunos batallones o comandos del ejército, y por el papel más digno de la Fuerza Aérea. Más tarde, el rol militar fue juzgado por los propios militares en la Comisión Rattenbach que terminó pidiendo la pena capital para los responsables.
El saldo final de esa decisión es francamente negativo. Nos hizo retroceder enormemente en el reclamo argentino en los foros internacionales y por vía pacífica, dejando un legado pesadísimo y desfavorable, que se suma a todos los otros legados negativos dejados en otros campos a la democracia naciente. Y también un resentimiento de la población isleña para con la población y el estado argentinos.
La decisión siempre tiene que ser recordada con este balance, más allá de lo obvio: el respeto que se le debe a todos los que fueron a pelear como conscriptos, militares. Y obviamente a los que murieron allí y a sus familiares. Es un tema que rescatamos siempre, pero sin dejar de señalar que fue un error y un horror lo que se hizo, lo que motivó la invasión del 2 de Abril, que yo le retiraría el nombre de gesta, rescatando el valor de los que pelearon, de los que fueron por su profesión y de los que fueron obligados, que merecen todos la memoria eterna.
Gustavo Marangoni, politólogo - Director de M&R y Asociados
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