Juan José Gómez Centurión supo ser un caso testigo. No fue la última semana, cuando se desbocó en el living de un programa de América TV, sino hace algunos meses, cuando una denuncia llegó a complicarlo y el Presidente tuvo la fantástica oportunidad de dar una muestra ejemplificadora -de esas que lo diferencian de la anterior administración-, apartándolo de la gestión hasta que se clarificara su situación. Si hasta hubo quienes consideraron que la medida de Mauricio Macri había parecido apresurada, y no faltaron los que sugirieron la posibilidad de una puesta en escena.
La mismísima Lilita Carrió le subió el precio cuando lo recibió y elevó su imagen fotografiándose a su lado. Toda una bendición política para el suspendido funcionario -que contaba como antecedentes haber sido militar carapintada, pero también héroe de Malvinas-, y un formidable respaldo de parte suya dentro de Cambiemos. La situación le dio al titular de la Aduana una posibilidad no muy habitual en política como es la de reciclarse y tener una segunda oportunidad, ahora contando con semejante respaldo y conocimiento público.
En el lapso que duró su suspensión, se movió con una cautela reconocida dentro del oficialismo en general y el propio Macri en particular, que fue la de dejar a buen resguardo al Presidente. Pero esa actitud moderada le duró hasta el domingo en el que sin necesidad desató una tormenta que lo tuvo en el centro a él, pero también al gobierno en general.
Solo una torpeza ilimitada puede justificar que en un programa de televisión en el que nadie pide reflexiones filosóficas un funcionario se haya tentado a meterse en un desfiladero angosto del que solo se puede salir golpeado y, lo que es inaceptable, salpicando al gobierno que integra.
Justamente a una administración que se precia de hacer de la comunicación uno de sus principales activos, se le suele reprochar sin embargo no difundir convenientemente sus noticias positivas. En este caso puntual, el titular de la Aduana tenía la oportunidad de comparar los datos de ingreso de droga proveniente de nuestro país a España con los de años recientes, o bien y más especialmente hablar de los 4.700 contenedores incautados en la Aduana con mercadería que el gobierno acababa de destinar por decreto a sectores vulnerables y zonas afectadas por emergencias. La noticia pasó casi desapercibida, pese a contar el acto con la presencia de dos ministros y el propio Gómez Centurión, que sin embargo podría haberla destacado en el programa al que lo habían invitado. Pero el hombre quería hablar de otros temas, a propósito del debate generado por el feriado del 24 de Marzo, si bien el gobierno había resuelto darlo por cerrado el día anterior con un DNU correctivo.
El tema de la comunicación es un área cuyo manejo reivindica el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Será por eso que el lunes era de los que mostraban mayor fastidio en una Casa Rosada en la que no había quien no estuviera molesto con los dichos de Gómez Centurión, por haber abierto un flanco que el gobierno no desea exhibir y en el que no le conviene internarse. Ya se había llenado de magullones con el DNU de los feriados, otro “error no forzado” de esta administración que, por haber incluido entre los feriados “móviles” el Día de la Memoria, terminó sin poder tocar tampoco el 2 de Abril y el 20 de Junio. Increíble falta de previsión frente a un tema tan delicado.
Por momentos la falta de política exaspera. Más que en el oficialismo, ese es un tema que en particular afecta al PRO; es en lo que insiste cada vez que tiene oportunidad Emilio Monzó. Resultó curioso que cuando el sábado por la noche el gobierno difundió un comunicado anunciando la corrección del calendario de feriados, ningún macrista saliera a ponderar la medida. Hubo beneplácito de parte de los socios radicales, e incluso de la Coalición Cívica; por supuesto también ironías del kirchnerismo duro, y hasta algún elogio opositor, pero en el PRO parecieron ni haberse enterado ese fin de semana. Diferente fue con el bombazo de Gómez Centurión, que prestamente se apresuraron a rechazar desde todos los sectores del gobierno.
No era para menos; se sabe que hasta el Presidente sopesó un despido que no concretó porque valora su gestión al frente de la Aduana, porque no tiene a mano un reemplazo convincente, y porque no quiso entregar su cabeza. Pero le advirtió que no le dejará pasar otra.
Carrió, que le había dado su halo protector, ya no dijo nada, lo cual fue toda una definición. Tan inoportunas fueron esas expresiones, que surgieron en vísperas de una cumbre con la UCR en la residencia presidencial. El tema de los derechos humanos es particularmente caro para los socios de Cambiemos, pero si hay algo que los exalta más es escuchar a un carapintada, con los que los radicales tienen un encono especial. Sin embargo el tema no fue tocado durante el encuentro celebrado en Olivos. Se habló de las próximas elecciones, un tema que a los radicales les fascina, y se fueron conformes sobre todo con la garantía de que el Presidente le pondrá el cuerpo a la campaña, lo que en principio los tranquiliza porque les preocupa que en algunos distritos el gobierno no ponga toda la carne en el asador, en aras de la buena convivencia con los gobernantes locales.
Dejaron pasar el episodio de Gómez Centurión. En palabras de uno de los participantes del encuentro, no quisieron “hacerle pis en el pasillo de su casa” sacándole a Macri el tema del jefe de la Aduana.
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Tal vez como devolución para sus socios de Cambiemos, el Presidente pronunció tres días después unas palabras muy caras al acervo radical: “Nunca más”. En Santa Fe, sostuvo que “las obras no pueden nunca más empezar y no terminar. Las obras no pueden ser otra cosa que fuente de alegría, nunca más sinónimo de corrupción, nunca más ligado al robo, a la frustración y a la mentira”.
Fue un Macri ya metido en la campaña, como les prometió a los radicales. En una provincia donde la UCR está tironeada por su acuerdo nacional, por un lado, y provincial por otro, habida cuenta del frente que comparte desde hace años con el socialismo y que pareciera tener fecha de vencimiento. En función de eso Mauricio Macri insiste en que el presidente del radicalismo le ponga el cuerpo a la elección en esa provincia. No es sencillo para José Corral, que preferiría seguir al frente de la intendencia de la capital santafesina, pero el tironeo es fuerte. Preferiría reservarse para aspirar a la gobernación en 2019, pero si no compite ahora Macri le ha deslizado que no tendrá prioridad entonces.
El PRO ya no cuenta con Miguel Del Sel, a punto de dejar la embajada panameña para volver a los escenarios con Midachi, pero tiene a Luciano Laspina, el ascendente presidente de la estratégica Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, y una de las caras frescas del Congreso, con singular protagonismo desde esa función. Como sea, Laspina debe renovar su banca, así que será candidato; si Corral no encabeza, será él quien lo haga. Y si le va bien.
Los que se pintaron la cara fueron los sindicalistas, que previsiblemente terminaron anunciando un plan de lucha. No tenían margen para otra cosa y se endurecieron todo lo que pudieron, anunciando dos movilizaciones para el mes de marzo, la segunda con paro incluido. Pero ya se sabe que cuando una medida de fuerza no tiene fecha determinada, es para dar tiempo a negociar. Aunque hoy por hoy no pareciera haber mucho espacio para modificar esos planes, y esta vez la cúpula sindical terminó cediendo a las presiones de quienes vienen reclamando un paro nacional. Los sindicalistas sienten que cumplieron dejando pasar el primer año sin ningún paro nacional, algo de lo que ningún otro gobierno no peronista puede vanagloriarse. Y el gobierno ya está satisfecho con haber conseguido ese logro.
El sindicalista José Luis Lingeri no tuvo problemas en graficar el tironeo que sufren: “Si no paramos, dicen que somos funcionales al gobierno y blandos, y si paramos, se nos critica porque se para el país y pierden millones de pesos”, señaló este sábado.
Así las cosas, hoy por hoy no pareciera haber alternativa para evitar un paro, según confiaron a este medio dos altas fuentes sindicales. A menos que los brotes verdes comiencen a aparecer realmente y el diálogo -que nunca se cortó, por otra parte- prevalezca.
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