Javier Milei obtuvo una victoria parcial con la aprobación en general de la Ley Ómnibus en Diputados. Pero reveló su modus operandi y su debilidad. El análisis del consultor político Carlos Fara.
Obviamente es una victoria de Javier Milei el haber logrado por lo menos sacar la aprobación en general de su proyecto de ley “ómnibus” en una votación relativamente cómoda. Pero ahora viene la discusión en particular y eso todavía tiene, digamos, dos, tres o cuatro días de negociación para evitar algún dolor de cabeza. Porque está claro que hay algunos artículos que, hoy por hoy, no serían aprobados y eso modificaría el espíritu de la ley.
Ahora bien, el gobierno todavía tiene una oportunidad de poder establecer una nueva negociación con los gobernadores para ordenar no solamente la aprobación en particular sino también la aprobación en el Senado. Porque si no le va bien en el Senado todo empieza de vuelta.
Y hasta acá la información que tenemos es que el gobierno no se ha preocupado mucho por atar bien ese “detalle”. Entonces ese es un problema, porque con cualquier modificación que se haga en el Senado el proyecto vuelve a diputados, alarga el tiempo, hace pagar costos, se corre el riesgo de que al gobierno le modifiquen algo de lo que ya haya sido eventualmente aprobado en Diputados.
Todo esto denota falta de profesionalismo en la negociación. Me parece que se perdió tiempo y se dijeron cosas públicamente innecesarias, teniendo en cuenta los apoyos políticos que tienen que sumar y que ese ruido entorpeció.
Por ejemplo, me parece que fue innecesario bajar el capítulo fiscal cuando podrían haber incluido una moratoria y blanqueo que, detalle más detalle menos, se la hubieran aprobado. Al final, el presidente tuvo que bajar muchas cosas y me parece que eso tuvo que ver con que la ley arrancó de manera muy ambiciosa y que obviamente también había un costo de negociación que iba a ser alto.
Si hubiera entrado con un proyecto más acotado, probablemente hubiera tenido menos ruido y no hubiera tenido que mostrarse como resignando cosas. Porque ahora si quiere anular, por ejemplo, las PASO, tienen que iniciar una negociación nueva. Esto también muestra que hubo inexperiencia y que hubo soberbia.
Y el argumento de que “la gente votó esto” es muy discutible, porque la gente lo votó a Milei y le dio la presidencia, pero no le dio ni las provincias ni el Congreso. Y el Congreso es una conformación salida de la elección de octubre, y en octubre ganó Unión por la Patria, con lo cual claramente es un escenario complejo.
Todavía no sabemos qué conclusiones sacó el gobierno de este proceso, si realmente esto es un aprendizaje o si tuvieron que recular en chancletas, insisto, pagando costos, porque la pérdida de tiempo es un costo. Pero además de todo eso, me parece que el otro tema es que en una negociación vos no solamente ganás y perdés cosas, sino que también delatás tu estrategia negociadora como modus operandi.
Y me parece que lo que pasó le vino perfecto a todos los que no son el oficialismo para saber por dónde correrlo al gobierno. En lenguaje llano, le midieron el aceite. Ahora saben dónde renguea, cómo negocian, dónde se traban, qué les duele, qué les importa, qué dificultades tienen, cuánto se le puede apretar y esperar para negociar en función de sus ansiedades.
Entonces, en ese punto, más allá de la negociación y que tuvo que resolver varias cosas, dio a conocer información muy preciada sobre cómo actúa este gobierno débil, en lo parlamentario y lo político. Simplemente, el más débil desde el 83.