Más crisis económica, más crisis política. Se acortan los tiempos del cronograma electoral, más crisis política. Todo se realimenta permanentemente. A medida que los actores avanzan, explota alguna mina enterrada. Así van a ser los próximos tres meses de la Argentina porque el 13 de agosto habrá primarias. Previamente tenemos dos instancias con novedades: el 14 de junio se inscriben alianzas y el 24 del mismo mes candidaturas.
Como la situación económica pende de un hilo por la carencia de dólares, nadie puede predecir cómo vamos a llegar a esa instancia. Si la sociedad está estallada o “vamos tirando”, lo cual podría indicar estados de ánimo muy distintos. Si se da la primera situación, crecen las chances de Milei (por lo que se verificó en los primeros cuatro meses del año). Si es la segunda, que se imponga el statu quo –cualquiera de las dos grandes coaliciones- es más probable.
La ansiedad por volver al poder le ha jugado en contra a Juntos por el Cambio. En vez de mostrarse ordenados y serenos, tienen tantos conflictos como el oficialismo. En función de eso es que la propia sociedad los ve como un ave carroñera, esperando que el gobierno fallezca para caranchear. El “león” libertario no tiene interna y ha plantado en la cabeza de muchos un par de títulos que generan expectativas.
Dentro de un mes se inscriben las fuerzas y la posibilidad de ruptura tanto del Frente como de Juntos parece cada vez menos probable, aunque sea por el hecho de que no le queda claro a los actores el cálculo de pérdidas y ganancias. Unos porque pueden ganar y eso abre un panorama de oportunidades enorme, y otros porque pueden perder y es mejor ser derrotado dentro de una empresa grande que obtenga algunos réditos, que en una empresa pequeña que quizá no logre nada.
Claro que siempre los actores se pueden equivocar y hacer mal sus proyecciones, y así tomar decisiones erróneas. Este mundo habitado por muchos cautelosos hace más difícil la ruptura de construcciones que en algún momento fueron exitosas, ya que siempre estarán quienes prefieren hacerse cargo de una empresa en convocatoria o en quiebra con el sueño de revivirla y convertirla nuevamente en un imperio admirado. La mayoría de las veces esto fracasa, pero de emprendedores y soñadores están hechos los grandes hitos de la historia.
En el medio de todo eso la Corte Suprema hizo ruido por dos temas: 1) los fallos que suspendieron las elecciones a gobernador en dos provincias controladas hace mucho por peronistas, y 2) las declaraciones del presidente del cuerpo respecto a que el modelo económico constitucional es el capitalismo y ojo con el exceso de emisión monetaria. Esto le dio pasto al oficialismo para que resurja la crítica al “partido judicial” y de esa manera instalar que aquellas decisiones no son de carácter jurídico, sino político. Vale decir que sirve de poco para la opinión pública, pero hace mucho que el Frente no tiene un storytelling atractivo para la mayoría, y obviamente la realidad se lo anula paso a paso. El 8.4 % de inflación lo dice todo.
Más allá de las desavenencias constantes dentro de Juntos por el Cambio, otro actor que jugo fuerte en estos días es el ya mencionado Massa. Toda su jugada no tiene que ver con ganar la elección –ilusión remota- sino con el post 10 de diciembre, a saber: 1) él quiere ser el otro gran accionista del Frente, junto a Cristina, 2) quiere subir sus acciones llegando a disputar un balotaje (con lo cual tendrá un capital aumentado respecto a aquél de 2015), y 3) incrementar su capital político de la mano de más legisladores en los distintos niveles y así convertirse en una de las llaves de la gobernabilidad en un próximo Congreso más fragmentado.
La dinámica voraz no disminuirá: por el contrario, se incrementará. Con inflación acelerada, ausencia de dólares, incertidumbre sobre la actitud del Fondo más la incidencia del fenómeno Milei, todo pone a los actores en mayor stress y riesgo de equivocarse. La mesa está servida para más alta tensión.
Carlos Fara es consultor polìtico