Es una variable novedosa, que va más allá de lo cuantitativo para poner foco en el impacto de la pobreza sobre la salud mental de quienes la padecen. Según el Observatorio de la Deuda Social, en 2017 el 33,8% de los niños y adolescentes de hasta 17 años asistió a un comedor escolar o comunitario.
Y entre 2016 y 2017 aumentó 4,1% el porcentaje de niños que se alimenta en un comedor.
Un salto similar se había producido entre 2013 (24,1%) y 2014 (28,2%). Proyectado a número duros, son casi 4,2 millones de chicos que dependen de una ayuda estatal, en un escenario de ajuste.
Los trabajos presentados en ese foro de la UCA alertaron que el 23% de los pobres e indigentes consultados admite sentir “infelicidad” en su vida. Se trata de una “percepción” de la vida vinculada con el “espacio en que viven”, explican los especialistas.
En términos de las carencias mencionadas en el informe de la UCA, un 17,8% de niños y adolescentes redujo su dieta en el último año y 8,5% pasó hambre.
Al 40% de los chicos relevados nunca le leyeron un libro y 49% no tiene acceso a Internet, una herramienta clave en estos tiempos para poder relacionarse con el mundo, acceder a más oportunidades de desarrollo y hasta potenciar la imaginación.
En medio de este escenario delicado, hay un dato surgido de los trabajos de la UCA preocupante.
Casi el 40% de las personas pobres consultadas creen no tener control alguno sobre su destino.
El estudio lo llama “creencia de control externo”, y sería algo así como considerar que se está totalmente a merced del destino y que su futuro está dirigido por decisiones ajenas a su realidad cotidiana.
“Esta situación genera problemas de insatisfacción, depresión, impotencia o la paralización de la gente que no encuentra una salida”, grafica el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia, uno de los investigadores sociales independientes más respetados en el país.
Igual, ante este escenario, la UCA pondera que existe un aumento del financiamiento hacia los comedores, acompañado de incrementos en las asignaciones familiares y una mejora en la canasta básica.