Cuando el Presidente de la Nación sorprendió habilitando el tratamiento en el Congreso de la legalización del aborto, propios y extraños pensaron en una especulación política. Era una interpretación difícil de objetar, teniendo en cuenta el rédito que esa decisión podría reportarle al gobierno. No necesariamente en materia de votos: los sectores más activos del colectivo abortista jamás votarán a Cambiemos, mientras que un sector que forma parte de la masa electoral macrista podría sentirse en cambio defraudado de su presidente.
Pero sí podía reportar un activo no menor, como es la sorpresa y la recuperación de la agenda pública para un gobierno que no había pasado un buen verano y que, por el contrario, venía recorriendo una pendiente desde diciembre con la reforma previsional y escándalos como el del ministro de Trabajo y su empleada en negro. Sonaba muy duranbarbista que Mauricio Macri se situara en el centro de la escena luego de correr por izquierda a sectores duros de la oposición, por ejemplo aquellos que se arrogan el monopolio de la obtención de derechos, pero que durante doce años no dieron un paso como el que estaba dando este presidente “de derecha y gorila”.
Sonaba raro igual de un presidente que no solo no incluyó el tema del aborto en su plataforma electoral, sino que también había rechazado de plano su legalización, con el argumento de que “hay que defender la vida”. Fue su respuesta cuando la periodista Cecilia González lo entrevistó en julio de 2016 para la agencia de noticias mexicana Notimex. La pregunta venía a cuento del caso de Belén, una joven tucumana detenida hacía dos años tras sufrir un aborto espontáneo. En esa oportunidad, Macri reconoció que se trataba de “un tema muy delicado”, pero insistió en que “acá lo importante es defender la vida”. ¿Entonces, la despenalización del aborto durante su gobierno, no, ni pensarlo?, le preguntó la periodista, a lo que el mandatario argentino respondió enfático con un lacónico “no”.
Pero no todo debe ser analizado desde la óptica de la especulación política. Hubo en este caso puntual razones concretas, como las que advirtió el presidente de la Cámara de Diputados. Cuando promediando el mes de febrero, desde la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito exigieron el tratamiento del proyecto que una vez más presentarían los primeros días de marzo, y un día después se supo que diputadas de la oposición pedirían una sesión especial para tratarlo en el recinto el 8 de marzo, Emilio Monzó encendió las luces de alarma.
El titular de la Cámara baja -que semanas después sorprendería anunciando su decisión de no seguir en el cargo a partir de 2019, si Macri resulta reelecto- le advirtió al Presidente sobre los riesgos. Conocedor como nadie de los ánimos imperantes de Diputados, está curado de espanto desde diciembre pasado, cuando comprobó con el debate de la reforma previsional que hoy preside una Cámara inusualmente hostil, capaz de reunir mayorías intensas para enfrentar al oficialismo.
Es más, Cambiemos tuvo un anticipo en la sesión del 22 de noviembre del año pasado, cuando la oposición lo sorprendió en plena sesión, ya de madrugada, imponiendo el debate de la Paridad de Género, al punto tal de convertirlo en ley. Si hasta el oficialismo no pudo más que sumarse a esa aprobación, para evitar que la movida se convirtiera en derrota.
Monzó le advirtió a Macri que ese 8 de marzo la oposición podría llegar a lograr quórum y Cambiemos se vería obligado a forzar el rechazo al tratamiento, con lo cual terminaría siendo otro traspié legislativo para el gobierno. Fue así que tres días después de que la oposición anunciara su decisión de pedir una sesión especial, el gobierno dio luz verde al debate. Fue el 23 de febrero, en el marco de la primera reunión de coordinación de la agenda parlamentaria de 2018, en la que participaron el jefe de Gabinete, Marcos Peña; los vicejefes de Gabinete Mario Quintana y Gustavo Lopetegui; los secretarios de Relaciones Parlamentarias, Lucía Aboud, y de Fortalecimiento Institucional, Fernando Sánchez; el presidente de la Cámara baja, Emilio Monzó; los diputados Mario Negri, Nicolás Massot, Silvia Lospennato y Juan Manuel López, y los senadores Luis Naidenoff, Ángel Rozas y Humberto Schiavoni.
Tres días después, el Presidente recibió a los legisladores de Cambiemos en Olivos, a modo de previa de la apertura de sesiones ordinarias, y en un breve discurso llamó a dar un debate “tranquilo” y “responsable”. Incluso promovió una discusión pública entre representantes de Cambiemos a favor y en contra de la ley, más allá de su propio rechazo personal.
Las audiencias públicas convocadas para expresarse a favor y en contra de tan controvertido tema se iniciaron el 10 de abril, en el Anexo C de la Cámara baja. Fueron quince jornadas que culminaron el 31 de mayo, en cuyo transcurso pasaron 724 expositores, entre ex funcionarios, ex legisladores, actrices, escritores, periodistas y personalidades de la cultura, que totalizaron 118 horas de exposiciones.
De cara a lo que pueda suceder en los recintos, siempre se supo que, a priori, la opinión mayoritaria era contraria a la legalización del aborto, pero también que donde tenía mayores posibilidades, eventualmente, sería en Diputados. El Senado, un ámbito más reducido y conservador, sería un escollo muy duro de sortear por los que promueven esta ley. Como sea, en los conteos previos en la Cámara baja, la aprobación siempre corrió de atrás; todo el tiempo -aun hoy- los votos en contra fueron más. Pero siempre se sugirió estar atentos a la masa de indecisos, estacionada durante mucho tiempo en una treintena.
Se sabía que ese número era más reducido, pues muchos se mantenían en esa franja sin resolución para evitar presiones. Que las hubo, de los dos sectores, y cada vez más intensas y cuestionables. Al punto tal que los últimos días fueron notorios los casos de cambios de opinión.
Se especuló también hace algunas semanas con que el gobierno hiciera un guiño a sus legisladores indecisos para inclinar la votación hacia la aprobación, ante la supuesta certeza de que tal resultado le daría aire, dilatando el debate y con ello podría alejar la atención de los problemas cotidianos. Si es así, no resultó en todo este tiempo, en el que el debate legislativo quedó tapado por la crisis económica.
Difícilmente pueda pensarse que el gobierno vaya a sugerir inclinar la balanza hacia un lado u otro, cuando se sabe que en el seno de Cambiemos hay posiciones tan extremas como del lado de la oposición. La sola convocatoria de los “pro aborto” del oficialismo a tomarse una foto la semana pasada frente al Congreso, desató la ira en sectores opuestos a la legalización, que se fotografiaron tres días después, preocupándose de sumar más gente y endilgándole a los otros haber roto las reglas internas establecidas.
De cara a la votación en Diputados, no hay nada definido. Si bien, como dijimos, los conteos previos siempre han mostrado arriba a los autodenominados “pro vida”, se sabe que muchos votarán con la ausencia y habrá abstenciones que pesarán fuerte en un resultado tan cerrado como el que se prevé. Hay también preocupación por lo que pueda suceder en la calle, conocido el resultado. Algo que no sucedió durante el desarrollo de las quince jornadas de audiencias, la mayoría de las cuales convocaron a público a favor y en contra, cara a cara, pero que siempre pudieron convivir civilizadamente.
Es de esperar que esa armonía no se rompa fuera ni dentro del Congreso en un tema que cualquiera sea el resultado debe ser celebrado por haber permitido que llegara al recinto el debate de una cuestión hasta ahora tabú.
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