“Queremos transmitir a las nuevas generaciones el sueño de que una papa se pueda convertir en una trufa”, dijo en España el cocinero italiano Massimo Bottura
Un producto masivo y al alcance de la mayoría de los bolsillos y otro poco extendido en el consumo cotidiano por su valor no parecen tener posibilidad de igualarse. Pero las papas y las trufas tienen alguna historia común. Los italianos llaman a la trufa “tartufo”, palabra de la que proceden los nombres de la papa en algunos idiomas europeos: “Kartoffel” en alemán, “‘kortopfel” en ruso o “kartoffler” en danés.
Esos nombres vienen del hecho antes citado de que trufas y papas tienen su hábitat natural por debajo del suelo, y se prestaron a alguna confusión semántica al irse extendiendo el mejor regalo americano, la papa, por Europa. Además no se llevan mal las papas y las trufas. Los hermanos Troisgros, que estuvieron entre los padres de la “nouvelle cuisine” que revolucionó la cocina occidental, tenían una receta titulada “dúo de papas y trufas”. Pero que una papa se convierta en trufa... Algunos temen que en algunos lugares sean capaces de efectuar una transformación nada descabellada: inventarse un plato de papas y cobrarlo a precio de trufas.