Parra era hija de un profesor de música, arte con el que supo descollar ya de adulta, aunque también se dedicó a la pintura, al bordado, y fue escultora y ceramista.
Con una habilidad nata para la guitarra (que comenzó a tocar a los 9 años), Violeta se mudó con su hermano Nicanor a Santiago, un año después de la muerte de su padre, en 1932, y allí fundó con su hermana Hilda el dúo Las Hermanas Parra que ofrecía recitales en bares y quintas.
A los 20 años, Parra inició su carrera profesional, con la que recorrió varios géneros como el bolero, la ranchera, la cueca y la tonada.
Tras dar por finalizado un matrimonio que le dio dos hijos (Ángel e Isabel), a los 48 años, la artista vio la posibilidad de utilizar sus canciones “para transformar a la sociedad” y comenzó a involucrarse en la vida política de su país, apoyada por figuras de la poesía como su hermano Nicanor y el gran Pablo Neruda, entre otros.
En los años 50 viajó a Europa y grabó varios discos en París para luego regresar a su país, donde fundó el Museo Nacional de Arte Folklórico.
Entre sus muchas obras, se destaca la canción “Gracias a la Vida”, que compuso pocos meses antes de quitarse la vida, en 1967, a los 50 años.