Octubre es el mes de Sensibilización sobre el Cáncer de Mama, que se celebra en todo el mundo, auspiciado por la Organización Mundial de la Salud. El objetivo es aumentar la atención sobre esta enfermedad, promoviendo la detección temprana y el diagnóstico precoz, el tratamiento y los cuidados paliativos

No fue en octubre, fue en mayo. Soy mujer, tengo 48 años, un hijo de 7 al que crío sola, no tengo pareja, y una situación económica complicada. Sí, en mayo de este año me enteré de que tengo cáncer de mama. Considero que la mejor manera de lograr sensibilización sobre temas tan sentidos, es con identificación, por eso estoy acá contando mi historia. Los lacitos rosas están muy bien para las empresas y las campañas en los medios, pero así, entre personas, entre vos y yo, mejor es la confesión. Tal vez, con mis palabras encuentres garra para pelearla vos también, o para que no te dejes estar y te hagas los controles con la asiduidad correspondiente.

Como muchas otras mujeres que pasaron o pasan por esta situación, un terremoto movió todos mis cimientos al enterarme; saberse enferma de cáncer no es la mejor noticia que se puede recibir, y en mi caso no fue la primera vez, o sí, en el mismo día me enteré de dos cánceres en mi cuerpo que nada tenían que ver uno con otro. Uno afuera, el resultado del análisis de una histerectomía realizada a fin de marzo confirmó que tenía cáncer en el cuello del útero, y el mismo día, con diferencia de 1 hora el resultado de una punción en la mama dijo que tenía un carcinoma, y allí estaba, ese adentro.

Un papel en una mano y el otro en la otra en la sala de espera del ginecólogo. Un cáncer afuera y otro adentro. Todavía no puedo poner en palabras qué sentí en ese momento, a veces creo que nada. Una nada convulsionada, como la calma antes de la tormenta con ese olor tan especial y desconfiado. Sólo sé que pensé: ¿Qué me está queriendo decir mi cuerpo con esto? Esto me pasa para algo, ¿para qué? ¿Qué tengo que aprender? ¿Cómo lo tengo que encarar? ¿Quiero ser víctima o quiero ser guerrera? Decidí que la guerrera que hay en mí tenía sacar fuerzas del miedo, fuerzas de la angustia, fuerzas de las ganas de hacer tantas cosas aún, de la incertidumbre, fuerzas de la mirada de su hijito. Y ahí arranqué, puse muy rápido manos a la obra.

A los tres días ya había hecho una consulta con una mastóloga, y ya sacaba turno con una oncóloga. Todo lo más rápido posible, no era momento de perder tiempo. De todos modos, una vocecita resonaba en mi interior: cáncer de mama. Mamas, mamá, mujer, sexualidad, amamantar, placer, imagen corporal, autoestima; así, todo mezclado.

Mi tratamiento es quimioterapia 6 meses, luego mastectomía, a continuación radioterapia, y finalmente terapia hormonal por unos 5 años más. Y si todo va bien, la reconstrucción mamaria en cuanto se pueda, calculan los médicos en dos años. Mientras escribo estas palabras voy por la mitad de la quimio. No es fácil, para qué nos vamos a engañar. Pero es el dulce veneno que amo y odio, pero que deseo cada 21 días. Mientras veo entrar el líquido pienso que es un brebaje alquímico que transformará lo malo en bueno, la enfermedad en salud.

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No es fácil, lo que te hace bien, te hace mierda (perdón, no encuentro otra palabra). Estoy pelada, tengo una peluca muy parecida a mi pelo, tengo una peluca azul eléctrico de cotillón, tengo una peluca con flequillo, esas para disfrazarse de animé que compré por pocos pesos, tengo pañuelos de colores, tengo gorritos de algodón para dormir, sí como los de los bebés. Trato, en los momentos que puedo, de reírme de la situación, y de hacer reír a los demás... El cáncer te da cierta impunidad, y hay que usarla a favor.

Cambié mi alimentación: reducción de harinas refinadas, reducción de azúcar refinado, reducción de lácteos; más frutas, más verduras, pocas carnes. No es fácil acostumbrarse, en mi caso, lo que más me costó dejar fueron las harinas refinadas.

Ahora como fideos integrales, o de arroz o de quinoa. Hay cosas con las que no voy a transar, no voy a dejar de comer quesos, me encantan y ese placer es tan sanador. Hay un mundo por descubrir respecto de la alimentación que tenemos más al alcance. Y, a contrapelo de lo que suponía, puede ser muy rico, tanto o más que las comidas de siempre.

Uno tiene en la cabeza que comer sano es aburrido y desabrido, y no es así. Realmente no lo es. Hay que aprender y es un hermoso nuevo desafío. Tampoco es más caro, en cuanto a la economía doméstica se traduce en misma cantidad de compra, pero diferentes productos. Si son frutas y verduras orgánicas mejor.

El cáncer es una enfermedad multifactorial, dicen los especialistas, y yo lo corroboro por experiencia propia. El problema no es enfermarse de cáncer, el punto central es saber por qué uno se enfermó de cáncer, y sobre todo de cáncer de mama; sanar esas condiciones que llevaron a la enfermedad es la manera de que no vuelva. Y sí, ese es el gran fantasma, y es al que hay que pisarle la sábana para descubrirlo. Una parte de nuestro cuerpo tan delicada, tan hermosa, que nutre, que da placer, que nos identifica como mujeres. Esa es una búsqueda personal, sin dudas. Yo encontré, creo, las causas, que por supuesto no son casuales, y sigo buscando aún. Si miro mi vida hacia atrás, tengo puntas de ovillo para desenredar, y en ese camino también estoy. También empecé a meditar, para encontrarme conmigo, para hacer silencio en el barullo diario y respetarme más. Para rediseñar mi vida y modificar lo que me enfermó. El cáncer puede ser una hoja en blanco en la cual volver a escribir nuestro futuro. Sí, futuro. Si querés, podés escribirme a mi página de Facebook.

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