El universo en el cual los adultos hoy tienen a cargo los cuidados de niños y niñas y llevan adelante la crianza, se encuentra muchas veces atravesado por mandatos, expectativas y estándares, que se presentan como garantes de una perfección esperada e idealizada, así como de una única forma de “poder hacer” que deja por fuera opciones, elecciones y posibilidades, que lejos de ser universales son construcciones singulares de cada familia, cada vínculo y su propio contexto.
Muchas madres y padres manifiestan sus ansiedades respecto a no poder alcanzar con aquello que se espera hoy de una “buena crianza”. Lo que presenta como un ABC con el cual HAY que cumplir para no ser juzgados, incluso a costa del propio malestar, de sostener lugares sin cuestionarse o con enorme sacrificio, que tienen sus impactos tanto en las propias emociones, así como en la relación con los niños y niñas. Este suele ser uno de los motivos de consulta por los cuales las familias buscan espacios de referencia y ayuda profesional, con la intención de desarticular las opiniones ajenas que en muchas ocasiones abruman y sobre todo impiden el disfrute y el desarrollo de un vínculo genuino y consecuente con las condiciones y características de sus hijos e hijas y también de sus propias historias. Es en esta brecha, entre lo esperado y lo posible, que se aloja la culpa, la preocupación, el malestar, la tristeza, el sentimiento de no estar haciéndolo bien por no lograr, no poder o no querer con las exigencias y presiones externas.
Estos mandatos sociales, entran en tensión, a veces, de maneras muy sutil, por ejemplo en la opinión de una amiga, la mirada de un familiar, a partir de la comparación con otras familias, o con el mundo edulcorado de las redes sociales, que en general son una foto recortada de la realidad y no es fiel a la experiencia total de la mapaternidad que tiene claroscuros, cansancios, frustraciones, miedos y otras tantas sensaciones que conllevan connotaciones negativas y no son incluidas en la vivencia completa de criar y cuidar.
Circulan discursos que tienden a postularse rígidamente, en tono binario y totalizante, donde aparecen mensajes de “lo mejor” o “lo peor”, “lo bueno” o “lo malo”, donde hay que hacer TODO y no dejar de hacer NADA. Mensajes entrampantes donde no hay lugar para formas intermedias y dinámicas, que es donde en general se ubican las mayorías de los vínculos entre mapadres y sus hijos.
Las decisiones en relación a cómo transitar TODAS las etapas de la mapaternidad: desde cómo gestar, cual es la mejor forma de parir; de vivenciar los primeros cuidados; de cómo, con qué y hasta cuándo alimentar; con qué lineamientos educativos adherir, como jugar, incluso como vestir a los niños y niñas entre otros tantos aspectos, hoy pueden verse muy favorecidos por la democratización de la información con la cual se cuenta, y la diversidad de voces expertas que comparten sus saberes que son valiosos y necesarios, pero que muchas veces son transmitidos como recetas infalibles o tips que hay que tildar para cumplir con un check list inalcanzable. Es allí donde los mensajes se vuelven confusos, desorganizados y desajustados de las realidades individuales.
Los estilos de crianza se construyen en conversación recíproca con los hijos e hijas y es en esa danza, en ese encuentro que se va logrando un estilo personal, familiar y único que incluso se verá reformulado con el paso de los años y con cada hijo o hija, porque la maternidad y la paternidad es en relación a ese sujeto único y justamente por ese motivo es tan importante validar y acompañar las elecciones personales, que se van constituyendo desde un “no saber hacer”, los equívocos, los aciertos y los aprendizajes, que van fortaleciendo el camino de la mapaternidad, que nunca es lineal, automático ni universal, por el contrario presenta desafíos y movimientos que requieren de tiempo y de transitar los recorridos internos que conlleva, los cuáles permitirán ir desarrollando la autoconfianza tan necesaria para discernir, construir vínculos profundos y saludables y sobre todo poder escucharse.
Lic. María Agustina Capurro - Psicóloga con Orientación Perinatal y Reproductiva - MN 69748