Palpitaciones, sudores o rubor en las mejillas, todas reacciones físicas ante la presencia de la persona amada. La química del amor le quita romanticismo y poesía a la maravillosa sensación de estar enamorados, pero al menos nos brinda algunas explicaciones
Algunos les tiemblan las manos, otros tartamudean cuando quisieran mostrarse sagaces, risas sin motivo o corazones que parecen salirse de su cauce; todas reacciones físicas como respuesta de un estímulo emocional. Al menos eso creíamos hasta hace un tiempo. La química del amor ha venido a contarnos que esas reacciones físicas ya no son mera respuesta al amor, sino que el amor mismo tiene su explicación bioquímica.

En esa catarata de reacciones que creemos puramente emocionales, hay electricidad, presente en las descargas neuronales, y hay química, en la conjunción y comportamiento de las hormonas y otras sustancias involucradas. Ellas son las responsables de que un nuevo amor nos tenga un tiempo en Babia, y también explican el enamoramiento. Parece que estas sensaciones tienen fundamentos psicológicos y físicos que se van construyendo desde la niñez.

El origen
Para que una persona se fije en otra, ya ha construido un mapa mental hace mucho tiempo. Un molde hecho por circuitos cerebrales que determinan lo que le hará enamorarse de una persona y no de otra.

Los investigadores afirman que esos mapas o moldes se desarrollan entre los cinco y los ocho años de edad, gracias a asociaciones entre experiencias, hechos fortuitos, características familiares, amigos, entre otros factores.

Una vez frente a la media naranja, y reconocidas las alteraciones físicas, aparece la química del amor. El enamoramiento se produce cuando se genera en el cerebro la feniletilamina, que aumenta la lucidez mental y la energía física. La respuesta del cerebro a esta sustancia no se hace esperar y segrega dopamina, norepinefrina y oxitocina. Este cóctel permite que pasemos largas horas coqueteando sin sensación ni de cansancio, ni de sueño, ni de hambre.

Ya lo sabemos, el período de enamoramiento, bello e intenso, no es eterno. Dura tan sólo de dos a tres años, tal vez un poco más, pero finalmente la atracción bioquímica decae. Entonces comienza una segunda fase en la que están presentes otro tipo de sustancias. Por ejemplo, las endorfinas que brindan sensación común de seguridad, paz y confianza. En esta instancia, la química del amor ayuda a crear apego, es decir, a crear lazos permanentes en la pareja.

El fin
Cuando baja la feniletilamina, las personas pueden sentirse cada vez menos enamoradas. Por eso es muy importante crear metas en común, lazos fuertes que sostengan a la pareja, aun cuando bajan los niveles de feniletilamina. Si no aparecerán los sentimientos de frustración, insatisfacción y el fin será inminente. Cuando la relación de pareja se rompe, también están involucradas ciertas sustancias químicas en nuestro cerebro. El cuerpo experimenta una suerte de “síndrome de abstinencia”. Aparecen entonces deseos de comer chocolate, rico en feniletilamina, que sienten muchas personas tras una ruptura amorosa.

Pues bien, sí existe una alquimia amorosa en nuestro organismo, pero no debemos olvidar cuáles son los disparadores para que ella se produzca. ¿Alguien se puede imaginar a los poetas cantándole odas a la feniletilamina? ¿Repertorios de canciones enteros dedicados a la química? Sí, la química del amor sucede, y gracias por ello, pero sigamos creyendo en el romance, y que las hormonas hagan el resto silencioso como lo hicieron hasta ahora. Nosotros, a disfrutar.

 
Tip
Especialistas aseguran que a las personas que se les hace difícil establecer lazos duraderos de pareja podría ser que tienen menos receptores cerebrales de los que se necesitan para recibir oxitocina.

13
años pasaron desde que comenzaron los estudios sobre el amor como un proceso bioquímico y físico. El mismo se inicia en la corteza cerebral, recorre las neuronas, viaja al sistema endócrino y desde allí se inician las respuestas físicas que vivimos con intensidad.

El amor es salud
Después de la primera oleada de emociones, esa catarata de hormonas que nos quitan el hambre, el sueño y el cansancio, también y como si fuera poco, fortalecen el sistema inmunológico.

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