Llamamos “memoria autobiográfica” a la colección de los recuerdos de nuestra historia. Esta memoria nos permite codificar, almacenar y recuperar eventos experimentados de forma personal, con la particularidad de que, cuando opera, tenemos la sensación de estar reviviendo esos momentos. Este componente personal le da una particularidad esencial a la memoria autobiográfica: podemos asignarle un tiempo y un espacio a cada una de nuestras memorias. Por ejemplo: muy probablemente nos acordemos de la primera vez que conocimos el mar. Cuando recordamos este tipo de eventos, no solo recordamos dónde fue y con quién estábamos, también los sentimientos y las sensaciones tales como la del agua en los pies, el ruido del mar y, de alguna manera, así las revivimos. Esto tiene sentido porque las estructuras cerebrales que están involucradas en la memoria autobiográfica también alimentan circuitos neurales ligados con las emociones.
Sabemos que los hechos autobiográficos que poseen una alta carga emocional se recuerdan más detalladamente que los hechos rutinarios que no involucran fuertemente nuestras emociones. ¿Acaso no conservamos el recuerdo de qué estábamos haciendo el 11 de septiembre de 2001 por la mañana? ¿No sabemos con claridad dónde estábamos cuando nos enteramos de que Bergoglio había sido elegido Papa? Y el día siguiente, ¿también lo recordamos?
Ahora bien, la emoción tiene un rol, además, cada vez que evocamos este tipo de recuerdo. La forma en que rememoramos una experiencia en particular no suele ser una recopilación exacta de cómo sucedió originalmente, sino el modo en que lo relatamos la última vez. Y si esa última vez estábamos más contentos, seguramente hayamos cargado con esos condimentos positivos el recuerdo. Por el contrario, si nuestro ánimo era más bien negativo, seguramente el recuerdo tenga un tinte más pesimista. Así, la memoria, cuando se evoca, se hace inestable, frágil y permeable a nuestras emociones del presente. Podemos, entonces, decir que recordar es en gran parte un acto creativo –y de imaginación–, ya que las memorias se reconstruyen cuando las evocamos.
La memoria autobiográfica puede también verse afectada en diversas condiciones neurológicas y psiquiátricas. Esto puede ser frustrante para la persona que padece estos trastornos y muy consternante para sus familiares, que poco a poco sienten cómo esos rasgos identitarios de su ser querido se van deteriorando.
La memoria autobiográfica es la que nos permite recordar no solo los eventos, sino también revivir aquellos sentimientos asociados a esos eventos. Si borrásemos nuestros recuerdos autobiográficos, perderíamos gran parte de lo que somos. Al fin de cuentas, más importante que el lugar en el cual nos hallamos es el camino que recorrimos para llegar.
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