Al desarrollar pensamientos positivos, generamos emociones positivas: esto nos hace sentir bien y, además, nos ayuda a ampliar nuestro repertorio de recursos

Cada diciembre solemos hacer un balance de todo lo vivido, de nuestros logros y de las dificultades que enfrentamos, y comenzamos a planificar y a imaginar cómo será nuestro próximo año. Llevar a cabo este proceso es importante para nuestro bienestar.

Un aspecto para ayudar a alcanzarlo es estimular emociones positivas. La manera en que pensamos influye en la manera en que sentimos. Repetimos esta frase muchas veces porque es importante ser consciente del beneficio que nos genera revisar nuestros pensamientos.

Al desarrollar pensamientos positivos, generamos emociones positivas: esto nos hace sentir bien y, además, nos ayuda a ampliar nuestro repertorio de recursos. Por ejemplo, si realizamos una acción de manera exitosa y, como consecuencia de eso, obtuvimos un buen resultado, vamos a intentar repetir esta acción guiados por las emociones positivas que experimentamos al alcanzar aquella meta.

Asimismo, las neurociencias han demostrado que las emociones positivas actúan de manera beneficiosa en la atención y en la flexibilidad cognitiva. En este sentido, el optimismo mejora nuestro sistema inmune, previene las enfermedades crónicas y nos ayuda a atravesar los momentos difíciles porque nos permite enfrentarlos con confianza.

Cuando experimentamos una situación que nos genera incertidumbre, podemos seguir dos caminos. Adoptar una predisposición positiva, es decir, pensar que todo va a salir bien y, si los resultados no son los esperados, considerar que no se trata de un obstáculo insalvable. Otra opción es ser pesimistas y tener una tendencia a creer que pase lo que pase va a ser negativo.

Mientras que las personas optimistas piensan que los malos momentos son temporarios, limitados, que no prevalecen a lo largo de toda nuestra vida y se pueden manejar y sobrellevar; las pesimistas piensan y creen lo opuesto. Obviamente, el optimismo es una cuestión de grados y hay circunstancias en las que una misma persona puede ser más o menos optimista. De este modo, una forma de promover el bienestar es evitar la negatividad. Por ejemplo, resignificar las propias interpretaciones y poner atención en lo positivo es una manera de dar batalla a los propios pensamientos negativos.

Al contrario de lo que sucede con las emociones positivas, las emociones negativas reducen el campo atencional y la flexibilidad cognitiva, ambas necesarias para focalizar nuestra atención en un estímulo particular al momento de superar un obstáculo.

Les deseo a todos que podamos afrontar los desafíos de 2020 con emociones positivas. ¡Que tengan un muy feliz año! Espero que los argentinos dejemos de lado nuestras diferencias para trabajar por el bienestar común.

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