¿Quién no jugó al pinche cuando era chico? En muchas casas, al mismo juego se lo llamaba La Casita Robada. Nació en España y se juega con 40 o 48 cartas. Puede ser entre dos o tres participantes o dos parejas. El objetivo es conseguir la mayor cantidad de cartas y el juego consiste en ligar cualquiera de las cartas que se tienen en la mano con otra de igual número que se halle sobre la mesa, o en la parte superior del pozo de cada jugador; en este último caso se le robará todo el pozo.
¡A jugar! En el inicio, una vez barajadas y cortadas las cartas, el jugador que las reparte da tres a cada uno y extiende, boca arriba, cuatro cartas sobre la mesa. Este jugador conserva el mazo, puesto que después de cada mano, tiene que volver a dar tres cartas a cada jugador. Cada uno a su turno intentará formar, con una de las cartas que se tienen en la mano y otra del mismo valor que esté sobre la mesa, una pareja de cartas iguales, que constituye el punto de partida para ir recogiendo las otras cartas correlativas inmediatas. El juego es comenzado por el mano, quien, si tiene entre sus cartas alguna que liga con las de la mesa, baja la suya reuniéndola con la otra y diciendo qué cartas liga. Por ejemplo, suponiendo que un jugador tiene en la mano un cuatro, y en la mesa hay otro cuatro, un cinco y un seis, con su cuatro dice “cuatro con cuatro” y toma el cuatro de la mesa con el suyo. Si en la mesa hubiera dos cuatros, solo se le permite tomar uno de ellos y si no tiene ninguna, solo se descartará de una.
Si logró formarla, la baza que ha hecho la pone frente a sí, boca arriba, para que los restantes jugadores sepan en todo momento qué carta “hay en la boca”, puesto que si otro de los jugadores tiene en su mano otro cuatro, puede, cuando le llegue el turno de jugar, decir “cuatro con cuatro” y colocar sobre la baza del primer jugador recogiendo para sí todo el montón. Ahora bien, si en la mesa hubiera también un cuatro, este segundo jugador deberá tomar únicamente el de la mesa y no la baza del primer jugador.
Un jugador puede defender su baza echando a la mesa una carta igual, si es que la tiene, para que el que esté en condiciones de “robar” tenga que resignarse a tomar la de la mesa. Concluida esa mano, el jugador que da, distribuye nuevamente tres cartas a cada uno, prosiguiendo en la misma forma explicada hasta agotar el mazo. Gana el jugador que por este sistema de emparejar haya conseguido reunir más cartas.