Apenas un dado es suficiente para esta particular competencia que premia al que suma más puntos pero castiga cuando el as termina colándose; ahí sólo queda restar y esperar una segunda oportunidad. A vivir la experiencia de El Ambicioso, sin culpas, pero también sin suicidarse.

Andrea va por más. Ya suma veintidós, diez más que Lucas, que tiene doce y diez menos que Joan, que cosechó treinta y dos. Bate el cubilete con parsimonia, lo apoya con la cara amplia y abierta sobre la mesa, da tres golpecitos sobre el fondo, llamando a la buena suerte.

Demora dos segundos en levantar el vaso. Eso exaspera a su rival.

En realidad exaspera a cualquiera. Y encima cuando el dado se deja ver hay un seis enorme y sumador en la cara que mira hacia arriba. "Veintidós más seis, veintiocho", dice ella con voz de superada... soberbia.

Mete el dado adentro y vuelve a batir con lentitud. Se siente el golpetear del dado contra el paño verde que tiene adentro el cubilete. Hasta que decide jugársela y cuando ve muchos puntitos en el lado del dado que mira al techo, respira hondo.

Es un cinco, pero ella dice directamente la suma: "¡Treinta y tres!". "¿Se plantará?", se pregunta para adentro Joni, a quien esa cifra, la edad de Cristo, ya le empieza a quedar a varios tiros de distancia.

Pero la ambición de Andre puede más. Entonces piensa (no lo dice): "Una más, la última y paro". Pero esta vez los duendes de la suerte no la acompañan y el as muestra su cara. Ese "uno" la hace retroceder hasta los veintidós puntos que ya tenía acumulados y castiga su ambición, la que tantas veces la había hecho triunfar.

Ambicioso. Según el diccionario de la Real Academia Española, es aquel que tiene o demuestra ambición, o sea, un deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama. Y para ganar a este juego de dados hay que tener esa cualidad, además de suerte y a veces cierta cautela.

Para desarrollar un partido de El Ambicioso se necesitan dos o más participantes. Hace falta un dado y, si se lo desea, un cubilete, aunque el tiro mucho prefieren realizarlo con la mano. Cada partida no tiene un tiempo estimado. El objetivo es llegar a los cien puntos. Cada vez que uno tira el dado, suma las cifras. Pero el "uno" hace perder al ambicioso. Por lo tanto, cuando el participante lo desee puede decir "Me planto" y se asegura esa suma, con cierto riesgo de que el o los adversarios lo superen.

Para comenzar a jugar, se tira una vez el dado y el orden de partida lo da el número más alto. Hay cierta ventaja en comenzar primero pues si uno empieza a sumar, tiene ambición, también suerte, y no se planta, podría llegar a los cien puntos y consagrarse vencedor sin que los otros puedan lanzar una sola vez.

Consejo: Es importante tener papel y lápiz en mano para evitar confusiones en el resultado parcial y final, sobre todo cuando los jugadores son dos o más.

En el caso que se realicen apuestas, es conveniente hacerlo antes de que se defina el orden de los lanzamientos.

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