San Malaquías nació en el año 1094 en el pueblo irlandés de Armagh. Desde los 12 años dedicó su vida a la religión. Luego de su ordenación continuó con sus estudios de liturgia y teología y en el año 1123 fue elegido abad y un año después consagrado obispo de Connor. En el año 1132 fue nombrado arzobispo de Armagh y en tres años logró restaurar la disciplina eclesiástica en su ciudad.
A los 44 años -en 1139- se marchó a Roma para pedir al Papa algunos privilegios para la Iglesia de Irlanda y durante su viaje se detuvo una temporada en Clairvaux para conocer a San Bernardo con quien estableció una gran amistad. Luego siguió su viaje hacia Roma -en el camino es donde cuentan que tuvo las visiones- y se entrevistó con el papa Inocencio II. Le pidió que le dejara pasar el resto de sus días en Clairvaux, pero el pontífice le ordenó que regresara a Irlanda a poner orden en la Iglesia.
A principios de 1139 volvería a Roma a través de Escocia, Inglaterra y Francia, donde visitó a San Bernardo. Malaquías se encuentra con una situación espantosa en Roma, totalmente corrupta y con el Papado a merced de los señores italianos. Es en esos momentos cuando parece tener sus visiones proféticas, que imbuyeron gran moral al Papa al hacerle sentir que la Iglesia Católica de Occidente no estaba aún en sus últimos momentos. Volvió a su tierra natal y en 1142, estableció la gran Abadía de Mellifont.
Después de un duro trabajo de apostolado en su país volvió a Francia y allí en Claraval, fue víctima de una fiebre muy virulenta que acabó con su vida el día 2 de noviembre de 1148, fecha en que se lo conmemora.
Milagros y profecías
Fue canonizado por el papa Clemente III, el 6 de julio de 1199. Se le atribuyen numerosos milagros, pero por lo que más se lo recuerda es por sus numerosas profecías. Entre las profecías de San Malaquías la más popular es la que se refiere a los papas. Anunciaba el número exacto de papas que habrían de sucederse hasta el fin del mundo.
Las predicciones de San Malaquías tuvieron éxito sobre todo porque se refieren al fin del mundo y a los papas que se irían sucediendo. Buen número de las profecías sobre los papas resultan verdaderamente inquietantes por cuanto parecen coincidir de manera asombrosa, a veces casi a la perfección, con la realidad histórica de los distintos reinados pontificios.
Sin lugar a dudas, San Malaquías es el más conocido de los “especialistas” sobre los papas. Se dice que en camino hacia el Vaticano para asumir el puesto papal de Irlanda, Malaquías cayó en trance y “vio” una línea de reinos papales a contar desde Celestino II, contemporáneo de Malaquías, hasta el último de la lista, identificado como Pedro el Romano.
San Malaquías asignó breves descripciones en latín a cada papa cuando traspasó su visión al papel. Estas notas usualmente se referían al lugar de nacimiento, cota de armas, o nombre de familia. Algunas de las frases son profecías múltiples, escritas con ingeniosos juegos de palabras. En sus profecías, San Malaquías ubicó en el tiempo a 111 pontífices, ordenados en su mayoría cronológicamente y muchos fueron muy fácilmente identificables.
En el año 1595 se imprimió en Venecia el libro Lignun Vitae, que había escrito el monje benedictino Arnoldo de Wion, recopilando los datos de una profecía encontrada en la biblioteca del Monasterio de Mantua y que había sido redactada por San Malaquías. En el texto incluye la biografía de San Malaquías escrita por San Bernardo y seguidamente agrega sus profecías: los 111 lemas con los que designa a cada uno de los papas, desde Celestino II, hasta el que se supone que será el último.
Desde su descubrimiento estas profecías han sido reconocidas y admitidas -pese a sus detractores- puesto que los papas que gobernaron la Iglesia y los lemas de las profecías de cada uno de ellos coinciden plenamente. Según los apocalípticos se asocia el final de los apuntes de las profecías de San Malaquías con el fin de Roma, con el fin del mundo y el Juicio Final.
Los detractores de estas profecías, iniciaron una polémica por los 500 años que pasaron entre el momento en que San Malaquías escribió los lemas y su publicación. Como Malaquías era buen amigo de San Bernardo (en cuyos brazos murió), se han preguntado por qué éste no mencionó las profecías en su famosa “Vida de San Malaquías” y por qué se perdió la lista por tantos años.