La actriz cuenta cómo cambiaron
ciertos personajes tras la muerte
del director, y dice que hoy no le
aconsejaría a ninguna chica
entrar en el mundo del espectáculo
Por SERGIO PJASECZNY
En un reportaje sin concesiones, Stella Maris Lanzan habla de ciertos aspectos de su vida que resultan desconocidos para el gran público.
-De su vida, ¿qué le resulta increíble?
-Si me retrotraigo a mi infancia, haber llegado adonde llegué. Sobre todo, porque provengo de una familia en la que no había antecedentes artísticos.
-Con los años, ¿se ha vuelto más incrédula?
-Sin duda.
-¿En qué lo nota?
-En que dejé de volcarme tan abiertamente a los demás. De hecho, mis hermanas viven diciéndome que no dé más consejos, pero no les hago demasiado caso porque me da mucha ternura ayudar a alguien que recién está empezando a transitar por la senda artística. En definitiva, siempre aconsejo para que le vaya bien.
-¿Aconsejaría a una chica que participe del mundo del espectáculo?
-¡Nooo! Le diría que se busque otro medio de vida.
-¿Por qué razón?
-Porque como están dadas las cosas hoy en este medio. Todo se maneja con demasiada liviandad.
Todos artistas
-¿Hoy todos se creen artistas?
-Tal cual. Al principio sentía sorpresa, pero ya me he acostumbrado. A mi me costó mucho llegar a decir que era actriz, porque yo admiraba a los grandes de verdad, como Osvaldo Miranda y Ana María Campoy, con los que trabajé.
-En general, la gente tiene la idea que usted sólo trabajó con Hugo Moser.
-Así es, pero es una idea falsa. De hecho, mi época menos productiva fue justamente cuando estuve casada con él, porque paré para criar a mis hijos y no los dejé en manos de nadie hasta que comenzaron a hablar bien.
-¿La maternidad estaba primero que la profesión?
-Absolutamente. Incluso, todas mis películas las hice antes de casarme con Hugo.
-¿No le traía beneficios ser la esposa de Moser?
-Por esos años sí, pero con el tiempo, todos los que tenían cuentas pendientes con él me las fueron pasando a mí, lo cual fue y es muy duro. Incluso, he descubierto que muchos de los que antes tocaban el timbre de mi casa para traerme un regalo, dejaron de quererme. Ellos me querían porque era la señora de Moser. Muchos, por no haber trabajado con Hugo y algunos porque Hugo los echó, se la siguen agarrando conmigo, pero yo soy Stella Maris Lanzani, no fui ni soy Hugo Moser. Es más, siempre tuve tan en claro esa diferencia que jamás quise trabajar en Matrimonios y Algo Más porque sabía que si la hubiese pegado con un sketch iban a decir que se debía a que estaba casada con el dueño del circo. Te aclaro que Hugo me quería incluir en todos sus programas. El quería que yo hiciera en Los Libonatti el personaje de la tía solterona, compinche de sus sobrinos, y como le dije que no, eligió un actor para reemplazarme, en lugar de una actriz. Mi negativa ocasionó un problema familiar.
-¿Cómo cree que ha conducido su vocación?
-Con inteligencia seguro que no.
-¿Considera que dentro del medio ocupa el lugar que se merece?
-Creo que estoy donde debo estar, pero me encantaría que me den una oportunidad grande como la que tuve cuando protagonicé El Precio del Poder. Ese fue un gran trabajo. Ansío volver a tener la oportunidad de trabajar como actriz, porque es mi profesión y lo único que sé hacer. En el medio saben que soy una buena profesional, pero me pusieron el sello de conflictiva y creo que por eso no me llaman. Yo no culpo a los productores, porque habiendo tantas actrices no tienen por qué justamente llamarme a mí.
Inexpertos
-¿Usted cree que en el ambiente existen muchos inexpertos ocupando puestos de decisión?
-Sin duda. La inmensa mayoría no sabe quién es quién. Tal vez por esa razón, en la televisión actual no hay trabajo para la gente que pasó la barrera de los 50 años. De hecho, las actrices de esa edad están haciendo de abuelas. La única actriz mayor que puede conseguir trabajo es China Zorrilla porque es China Zorrilla.
-Para combatir esa circunstancia, ¿ha pensado en someterse a alguna cirugía?
-¡Nooo! En general, estoy en desacuerdo con las cirugías, porque terminan cambiando hasta las expresiones del rostro. No es mi caso. Días pasados dieron por tele Los Piolas no se Casan, una película en la que actué y sigo siendo la misma, estoy reconocible. Es más, aún conservo un almanaque que hice en Hollywood 1979 con Pepe Parada y me reconozco. Cualquiera que lo ve se da cuenta que soy yo.