En los últimos años, el videojuego Fornite se ha convertido en un éxito que atrae a millones de jugadores de todo el mundo y distintas edades. Es gratis, y en menos de un año superó al FIFA y el League of Legends.
El juego consiste en plantear una estrategia de supervivencia, al mejor estilo “Los Juegos del hambre”, en el que gana quien logra quedar con vida. Si bien es un juego de combate con toneladas de armas y violencia, a su favor, especialistas aseguran que desarrolla el trabajo en equipo y la sociabilización.
Existen dos versiones de juego: una versión en solitario llamada “Save the World” y la versión multijugador, enormemente popular, llamada “Battle Royale”. En esta última, pueden participar hasta 100 jugadores del mismo partido.
La contienda consiste en matar al resto de los participantes y sobrevivir. Durante el juego, los contendientes recolectan armas, construyen estructuras seguras e intentan evitar la tormenta que daña a todos los jugadores que se encuentran fuera de una zona segura.
Además, se puede jugar solo, en duo (con un compañero) o en Squad (un escuadrón de cuatro). Los dúos y los escuadrones pueden ser amigos que elijan jugar juntos o jugadores aleatorios. Todos los participantes en un partido juegan en el mismo modo.
Entre los públicos que disfrutan jugar este juego, los que más se sienten atraídos son los niños. Esto se debe principalmente a que combina otros géneros ganadores en este target. Además, presenta un aspecto caricaturesco, a diferencia de otros videojuegos que son más sangrientos, y tiene muchos elementos que lo hacen atractivo para jugar, desde personajes con atuendos y bailes divertidos hasta armas, paisajes y desafíos siempre cambiantes.
El licenciado Santiago Mariani, Psicólogo Infantil, lo recomienda para niños a partir de los 12-13 años. “Para chicos más pequeños propondría videojuegos con diferentes temáticas más apropiadas para la edad y evitaría juegos con armas”, aconseja.
Al jugar con amigos, en dúos o escuadrones, el juego se convierte en un elemento social, que colabora en el desarrollo del trabajo en equipo. En ese sentido, es una herramienta para compartir un interés con otros niños. “Hoy día los chicos ya no necesitan estar en la misma casa para compartir un juego y divertirse. Sino que lo hacen de manera online. A su vez brinda la posibilidad de conversar sobre el juego cuando se reúnen y jugar de manera simbólica”, explica Mariani.
También agrega que “no es lo mismo la socialización online que en persona. Un chico puede presentar facilidad para relacionarse online pero mostrar dificultades para hacerlo en persona”.
El psicólogo Mariano Novo, especialista en familia, también destaca que “el juego les brinda ese “encubrimiento” que en muchos por timidez no puede dejar fluir en su círculo de amigos”. Y aclara que, al ser un juego de moda, otorga la posibilidad de inventarse mejor en un grupo, “es un sentido de pertenencia en donde están quienes se pueden destacar”.
Sin embargo, se recomienda prestar atención a la función de “chat en línea”, ya que podría exponer a jugadores jóvenes a lenguaje ofensivo o contenido inapropiado, así como el contacto con extraños. “Como todo juegos en línea, el contacto con desconocidos es peligroso. Más teniendo en cuenta que los niños no suelen tener mucha noción sobre los peligros de hablar con extraños”, aclaran los especialistas.
Por ese motivo, es necesario tener en cuenta que tanto el chat de voz como el chat de texto en pantalla son opcionales, por lo que se pueden desactivar para evitar exponer a los jugadores. También se recomienda a los padres supervisar el juego de sus hijos, preguntarles con quién juega y mostrarse interesados para detectar posibles peligros.
Cada partida dura aproximadamente 20 minutos, aunque los jugadores que son asesinados antes juegan por menos tiempo. Este dato es clave para los padres, quienes pueden establecer un tiempo diario para el juego.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró en 2018 la adicción a los videojuegos como un “trastorno mental”. De acuerdo al organismo, esta enfermedad se caracteriza por un "comportamiento de juego persistente o recurrente que se realiza principalmente por Internet”.
Por este motivo, el licenciado Mariano Novo aconseja a los padres demorar “cuanto más puedan” el contacto de los chicos con las pantallas. “Si bien es verdad que muchas veces es una salida “fácil” para el entretenimiento, es un arma de doble filo ya que cuanto menor sea el chico mayor la va a ser la dependencia que genere”, explica.
Por su parte, Mariani advierte que “las pantallas en exceso producen la estimulación continua de centros de gratificación inmediata en el cerebro. Por eso muchos chicos presentan baja tolerancia a la espera”. Esto puede influir en la resolución de problemas de los chicos “cuando el consumo de este tipo de videojuegos es en exceso y se convierte en un interés restringido, donde todo gira en torno a juegos violentos”.
Entre los síntomas que detalla la OMS, describen que en primer lugar se evidencia la pérdida del control sobre la frecuencia, la intensidad y la duración de la actividad; y en segundo, que los juegos pasan a tener prioridad sobre otros intereses de la vida y actividades diarias.
Es por esto que los especialistas recomiendan limitar el horario del uso de los videojuegos. “45 minutos diarios sería un tiempo prudencial, que se puede extender en vacaciones”, precisa Mariani. Así mismo, Novo aclara que los días que los chicos tienen un compromiso, lo ideal es que corten con el juego una media hora antes de salir “para tener tiempo de tranquilizarlos, ya que en muchos casos no quieren dejar de jugar y se niegan a realizar otras actividades”.
Otro factor importante a tener en cuenta es evitar el juego nocturno, ya que dificulta la conciliación del sueño.
Por otra parte, si bien aclaran que a partir de los 6 años los chicos pueden comprender la diferencia entre la vida real y la virtual, hay nenes más sensibles que otros, en los que la violencia del juego puede afectar su percepción de la realidad “en la medida en que la utilización de estos juegos se haga de manera excesiva. Los chicos buscan imitar a sus ídolos y podrían intentar copiarlos en la vida real”.