Con el inicio del período propicio para esta actividad, la premura y el clima no deben ser obstáculo si no un cuidadoso trabajo a favor de la salud de árboles y arbustos. De esto dependerá su posterior florecimiento y el desarrollo de sus frutales.

Luego de las notorias y difundidas prohibiciones de la poda en buena parte de los distritos argentinos, los meses "sin r" como se los suele reconocer, alientan a esta modalidad de preservar y, por ende, mejorar el cuidado de árboles y arbustos.

En tal sentido, queda claro que la temporada ideal para la poda se extiende desde mayo hasta agosto, por eso llegó el momento del año en que se impone este tipo de tareas para nuestro jardín o los árboles que haya en la casa.

La poda correcta da fuerza y vigor a una planta y por consiguiente, mejora su floración y desarrollo y embellece o mantiene su forma.

Además, con la poda se controla el crecimiento de una especie, dándole la estructura y energías necesarias para que sus ramas soporten el peso tanto de las flores como de los frutos.

Por otra parte, favorece la adecuada distribución de las ramas, de modo de garantizar que la luz del sol llegue también al interior de la planta, crezca de manera armónica y florezca mejor.

Otro de los beneficios que otorga una correcta poda, es que permite regular el momento de la producción de flores y frutos, controlando al mismo tiempo su calidad, calibre o tamaño. Especialmente en los frutales, el crecimiento excesivo afecta la producción de flores y luego de frutos la planta concentra sus energías en crecer y no en producir.

Regla de oro
Como una regla básica en toda poda, la tarea debe realizarse en la época de receso vegetativo de la planta, esto es entre los meses de mayo y agosto, siempre atento al clima y las temperaturas que se registren. Bueno es recordar la etapa que debe evitarse la poda, por sus consecuencias. No se debe realizar en primavera, porque se interrumpe la producción floral. Los árboles y arbustos de floración primaveral temprana se podan justo cuando las flores comienzan a caer, para estimular la formación de nuevos brotes a partir de diciembre.

En principio hay que eliminar todas las partes muertas, enfermas o débiles, poder hacia atrás, en dirección a la madera sana. El corte debe realizarse sobre una yema (a distancia suficiente para no dañarla) en dirección opuesta a ella y con cierta inclinación (45 grados aproximadamente), para evitar que el agua quede retenida, favoreciendo la presencia de hongos y pestes. El corte debe ser limpio, sin las melladuras que dejan las sierras y algo que es muy importante, no se deben quebrar las ramas.

Las especies que se podan son las de hoja caduca, que caen en otoño (roble, acacia, fresno, etc.) y las que no se podan son las perennes en general (pino, cedro, muérdago, thuja, entre otras.

Para lograr un buen corte, las herramientas deben ser de buena calidad, estar bien afiladas y limpias, de ese modo se garantiza que los cortes cicatricen con facilidad, sin dejar hilachas. Las heridas abiertas son la puerta de entrada para las enfermedades de los árboles. De nosotros depende frenarlas a tiempo.

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