Mito polémico de los 60 y 70 en
toda Latinoamérica, el brasileño
fue un “cirujano espiritual” que
amasó una fortuna, antecesor de
tantos sanadores de la región
l brasileño Zé Arigó fue un famoso médium y “cirujano espiritual”, que hizo su fama en los años ‘60 y comienzos de los ‘70, seguido de cerca por los filipinos Tony Agpoa, Virgilio Gutiérrez, José Mercado y Alex Orbito y los mexicanos Pachita y Miguel Palentos.
Desde que la noticia de su existencia se dio a conocer en la Argentina, se desarrolló un “boom” conocido como “tours de sanación”, durante el cual decenas de personas viajaban para intentar curar sus dolencias.
José Pedro de Freitas, luego conocido como Zé Arigó, que significa “paisano jovial”, nació el 18 de octubre de 1922 en una pobre hacienda de Faria, localidad ubicada en Congonhas do Campo, un pueblo del interior de Minas Gerais.
Este sanador fue objeto de muchas investigaciones y varios especialistas han realizado biografías, tanto a favor como en su contra. Como explica Alejandro Agostinelli, en la Enciclopedia Multimedia de Cultos, Mitos y Misterios, “Arigó, con su rostro adornado con un gran mostacho negro, recibía en el Centro Espirita Jesús de Nazareno entre 200 y 300 pacientes por día”.
Arigó realizaba diagnósticos, prescribía medicamentos y realizaba cirugías “a manos limpias” o sirviéndose de un cuchillo de cocina o una tijera común (sin esterilizar y sin anestesia) para, según aseguraba, “extraer tumores benignos y malignos en todo el cuerpo y operar cataratas en los ojos”.
Según aseguraba el sanador, cuando atendía entraba en trance e incorporaba al “doctor Fritz”, que utilizaba a su cuerpo como medio para efectuar sus “operaciones”. Lo que nunca se pudo explicar fue que Arigó hablaba en alemán durante sus trances y, quienes lo conocían, afirmaban que jamás había aprendido ese idioma. Ese factor es el que mantiene aun hoy la mística alrededor de su figura. Sus “operaciones psíquicas” nunca duraban más de un minuto.
El doctor alemán
Arigó aseguraba que en su cuerpo encarnaba el espíritu del “doctor Adolph Fritz”, un supuesto médico alemán fallecido en 1918. De su infancia recuerda “haber sido perseguido por una luz muy brillante, que casi lo ciega y una voz que hablaba en una lengua extranjera”. Arigó no hablaba alemán. Sin embargo, el espíritu del médico comenzó a instruirlo y a guiarlo en el arte de curar.
Luego de casarse y, a medida que comenzaron a llegar los hijos -en total tuvo cinco-, comenzó a tener “fortísimos dolores de cabeza”. En sueños, sostenía ante sus interlocutores, siempre oía la misma voz gutural en un idioma que no comprendía. Una noche tuvo un sueño nítido: estaba en una sala de cirugía alrededor de un paciente. El que dirigía la operación tenía una voz muy familiar para Arigó. Era Fritz, el médico alemán, lo había escogido para “completar su obra en la Tierra”. Según la leyenda, cuando Arigó recibió esta revelación salió corriendo a la calle a los gritos. Parientes y vecinos lo llevaron de regreso a la casa y él no paraba de llorar. Los médicos clínicos que lo atendieron lo encontraban bien, pese a que los dolores de cabeza continuaban. Su padre creyó que estaba endemoniado y convocó al párroco de la ciudad para que lo exorcizara, aparentemente sin resultados.
Su primer paciente, según la leyenda, fue un amigo suyo que usaba muletas. “Ya es hora de que dejes esas muletas”, le dijo Arigó. Se las arrancó, le ordenó que caminase, y éste lo hizo. Saltó a la fama cuando fue visitado por el senador brasileño Lucio Bittencourt, quien estaba haciendo campaña en aquel distrito. Bittencourt sufría de cáncer pulmonar y los médicos le habían aconsejado operarse inmediatamente. Pero el político invitó a Arigó a su hotel en Belo Horizonte, donde lo operó y “el senador sanó por completo”. Estas anécdotas, y muchas más, florecieron como reguero de pólvora, aunque luego de varias investigaciones se logró concluir que muchas de ellas eran falsas.
La controversia
Zé Arigó nunca contó con el respaldo de la comunidad médica ni con el de la ley. La primera vez que estuvo entre rejas, en octubre de 1957, declaró que no iba a operar más y tan sólo iba a “predicar”. Cuando el 11 de octubre de 1963 volvió a caer preso, argumentó haber dejado de operar en 1957. Según quienes analizaron filmaciones del curandero en acción, era cierto: en casi todas las ocasiones (anteriores e incluso posteriores a aquellas fechas), Arigó no operaba sino que “simulaba” hacerlo.
Sin dudas, Arigó no fue “uno más”, sino que fue el pionero entre muchos otros que aseguraban curar y cuyo mito se esparció por toda Latinoamérica. Sin embargo, a pesar de todos sus “poderes”, el 11 de enero de 1971, cuando regresaba a Congonhas conduciendo bajo una intensa lluvia, Arigó perdió el control de su auto, que se cruzó de mano y embistió frontalmente a un camión. Falleció a causa de un traumatismo cerebral.
Al morir, dejó la gran fortuna de 2.325.000 cruzeiros en bancos y acciones, según el inventario entregado al juez de Derecho de la Cámara de Congonhas y publicado por el diario Folha da Tarde el 25 de marzo de 1971.
El mayor hotel de la ciudad estaba a nombre de su hermano Walter, la farmacia San José, frente al centro espirita, era de su cuñado Betinho, y la segunda farmacia en importancia de la ciudad pertenecía a otro familiar. Eran esos los sitios a donde enviaban Arigó y sus ayudantes a adquirir las medicaciones que él mismo recetaba. Otro de sus hermanos era dueño de una tienda de souvenires y muchas propiedades del pueblo estaban a nombre de los Freitas.