Desde el sábado, el ambiente futbolístico y aun trascendiendo al mismo, debate si Tevez tuvo o no mala intención en el momento de entrarle directamente a la pierna derecha del joven Ham. Opinaron y opinan hinchas, jugadores, periodistas, periodistas puestos en papel de hincha y otros, y la unanimidad que debiese existir, no existe. Porque es Tevez y no un futbolista de otro club (si no es grande y si es de otra categoría, mejor) el involucrado, el que pegó y rompió a un colega. Porque es difícil evadirse de la idiotez del apasionamiento enfermizo por una divisa o una figura popular si se trata de justificar o disculpar su accionar. Nadie salvo Tevez para sus adentros puede decir o afirmar que él sea un malintencionado. Pero es innegable que la acción fue de mala intención. De la suficiente carga de brutalidad como para que se diga eso. Se trate de Tevez, Messi, Maradona y Pelé en sus épocas (que las tuvieron y varias) o de cualquier otro futbolista de aquí y de allá. Y pocos repararon en enfocarse en el damnificado y su sufrimiento, extensivo a su familia, como pagando con ninguneo el haber sido víctima de un ídolo popular.

Menos que menos, el ambiente reparó en el papel que le cupo al árbitro Luis Alvarez en esta historia, más allá de esos minutos que continuaron en el partido, con Tevez en el campo y un Boca ganador ante Argentinos. Alvarez no visualizó qué sucedió, algo que el pope arbitral en la Argentina, Miguel Scime, se encargó con tino de puntualizar. No vio infracción de Tevez y por eso no hubo de su parte sanción técnica y menos disciplinaria. Vio una trabada de pelota y un jugador volando por los aires y cuando todo pasó reanudó como si nada. Después se daría cuenta de todo, pero tarde: Tevez fracturó a un rival y lo dejó impune.

Alvarez se expone a una sanción, claro está. La misma debería ser ejemplificadora. No es un aprendiz como para no entender de qué se trató la jugada. Y tuvo todo el tiempo para evaluarla, mientras calmaba ánimos encrespados: el tiempo que tiene un árbitro con el juego detenido para elaborar una decisión antes de que el juego se reanude. Como ante la existencia de sangre que define y prueba el carácter de imprudente, temerario y tal vez empleo de una fuerza excesiva, Alvarez observó que Ham sufrió un duro golpe con posible lesión y que el mismo no se lo propinó solo, sino como consecuencia de lo que para él fue una "trabada fuerte de pelota". Y debió sancionar infracción y proceder a expulsar al autor del golpe. Sin dudar, sin ponerse colorado, sin demostrar falta de autoridad por no haberlo hecho en un principio. Porque la falta de autoridad y de capacidad, la demostró omitiendo y dándole cabida a la impunidad.

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